jueves, 24 de mayo de 2007

La minería en la transformación de Salta

A lo largo de la historia el descubrimiento de yacimientos minerales hizo que florecieran pueblos en los lugares más remotos. Tal vez por aquello de que el suelo rico esconde un subsuelo pobre y viceversa un suelo pobre esconde un subsuelo rico, las regiones montañosas feraces y los páramos altoandinos alumbraron cada tanto ricos yacimientos de metales preciosos. La minería se desarrolló en lugares donde no existía ninguna otra riqueza.


El yacimiento fue la base para que al lugar acudieran primero los mineros y más tarde sus familias creando pueblos nuevos en lugares donde antes solo había desierto incógnito. El cerro Rico de Potosí, descubierto accidentalmente en 1545, es un ejemplo de cómo se creó un pueblo minero que pronto pasó a ser una gran ciudad luego declarada con el máximo título de España: el de Villa Imperial. En su apogeo durante el siglo XVI, Potosí alcanzó una población superior al París y Madrid de aquel entonces. La historia misma de Salta está estrechamente ligada al origen y evolución de Potosí, la montaña de plata más rica del mundo. Recordemos que la primera Esteco o ciudad de Cáceres fue fundada por los españoles en 1566 próxima al río Juramento a la altura de El Quebrachal, teniendo como principal comercio la venta de miel silvestre y cera para Potosí los que pagaban en sólida plata metálica tal como se menciona en un antiguo documento de 1600 del fraile Diego Alonso de Ocaña.

Salta y Potosí

En el siglo XVIII Salta seguía comerciando con el Potosí a través de la venta de mulas de las cuales se llevaban allí por miles, como tracción a sangre para los procesos metalúrgicos y de amonedación, tal como lo relata el viajero Concolocorvo en su Lazarillo de Ciegos Caminantes. De esa época potosina quedó registrada gran parte de la impronta altoperuana en la génesis de muchas familias salteñas. A mediados del siglo XIX, Salta comienza un próspero comercio con las nitrateras del norte de Chile. Miles de animales vacunos, engordados en el Valle de Lerma, cruzaron a pie la Puna y la Alta Cordillera volcánica andina para descender al desierto de Atacama y alcanzar las grandes y ricas salitreras. Los suelos exhaustos de Europa transformaron el hiperárido desierto de Atacama en un pujante polo económico. Juan Carlos Dávalos inmortalizó en su clásico libro “Viento Blanco” las proezas de Antenor Sánchez y otros arrieros que jugaban temerariamente sus vidas en ese árido, frío e inhóspito techo del mundo que es la Puna argentina. De aquella época de intercambio fructífero que dio riqueza a nuestra provincia, quedaron plasmados también fuertes lazos familiares de salteños casados con chilenas o chilenos casados con salteñas.

Plata y plomo en la Puna

La explotación de las minas de plata y plomo de la región de San Antonio de los Cobres, cuyo mejor ejemplo es la mina Concordia que se comenzó a explotar a mediados de 1600, fue otra de las actividades mineras que hizo crecer importantes comunidades a su alrededor. A fines del siglo XIX exportábamos a Europa lingotes de plomo, plata, zinc y antimonio producidos en los hornos de fundición próximos a San Antonio de los Cobres. La llegada de pioneros europeos para la explotación de esas minas y su metalurgia dejó grabados importantes nombres familiares en la historia de Salta, entre ellos los Boden, Fressart, Augspurg, Klix, Beckert y muchos otros. Hacia fines del siglo XIX comenzó la era de los boratos que se extendió durante los últimos 130 años, siendo posiblemente la actividad minera más longeva y permanente de la Argentina. Muchos yacimientos fueron explotados por un sinnúmero de compañías mineras dando trabajo a miles de habitantes del territorio puneño. Ser o haber sido minero de los boratos es un orgullo que llevan de los habitantes del departamento Los Andes. Muchos de ellos pudieron pagar el estudio de sus hijos en Campo Quijano o Salta y hoy son conocidos profesionales. Entre los yacimientos de boratos el icono es Tincalayu, descubierto en la década de 1920 en una estrecha península del salar del Hombre Muerto que llegó a albergar a un pueblo de 500 personas, la mayoría habitantes del departamento de Los Andes, dando lugar a una comunidad altamente integrada que contaba con todos los servicios modernos, sólo que a 450 km de Salta y 4.100 m sobre el nivel del mar. Allí la compañía y los pobladores de Tincalayu festejaban juntos las celebraciones propias de la cosmovisión andina en una sinergia de actitudes respetuosas mutuas. Campo Quijano creció también gracias al trabajo fecundo de la industria de los boratos y hoy con varios miles de personas dependiendo directa o indirectamente de la actividad boratera es uno de los pueblos pujantes del Valle de Lerma.

Paisaje surrealista

La mina de azufre de La Casualidad, también ubicada en el surrealístico paisaje volcánico de la Alta Cordillera dio lugar a un importante pueblo minero que generó importantes riquezas dando vida al ferrocarril C-14, un ferrocarril minero pensado por las grandes mentes decimonónicas, así como a los pueblos instalados a lo largo de las vías. El cierre de la mina por cuestiones políticas y no técnicas, dejó un gran vacío para Salta y para el país que hoy es dependiente del azufre extranjero, mientras la riqueza duerme todavía en la cúspide del volcán, esperando despertar nuevamente, lo que no dejamos de alentar desde nuestra Secretaría. La mina Don Otto abasteció durante unas décadas las plantas nucleares argentinas. Gracias a ella se formó una importante comunidad minera en esa región del Valle Calchaquí. El trabajo fecundo de la CNEA, de sus técnicos, mineros y profesionales es por todos conocida.

El ferrocarril trasandino

La minería al desarrollarse en lugares alejados crea la infraestructura que luego será ocupada por los demás habitantes. Los Incas hicieron los caminos imperiales para intercambiar mercancías y esos caminos pasan por las minas que ellos explotaban como lo vemos claramente en nuestra Puna, donde se abastecieron de obsidiana para sus flechas, de cobre, oro y plata para sus adornos, de sal comestible entre otros productos. El ferrocarril C-14 se hizo por la minería al igual que muchas de las rutas y huellas mineras. Precisamente estas huellas mineras permitieron enlazar comunidades dispersas y aisladas, conectar escuelas y puestos sanitarios, llevando así bienestar a la gente. El gasoducto de la Puna será otro disparador fenomenal permitiendo la radicación de empresas y la formación de nuevas comunidades, evitando el desarraigo de los habitantes puneños y trayendo de vuelta a muchos que se fueron ante la falta de oportunidades. Generará empleo y ya se sabe que el empleo minero está considerado entre los de mayor índice de impacto al punto que por cada empleo directo en la actividad extractiva se tienen cuatro empleos indirectos y por cada empleo minero directo cuando esa actividad logra un producto final de exportación, se alcanza a nueve empleos indirectos.

Eje transformador
Como puede deducirse de lo brevemente expuesto, la minería y las comunidades integradas a su alrededor fueron el eje transformador de gran parte de la historia salteña. Tanto el estado nacional con el azufre o el uranio como las empresas privadas con los boratos y más recientemente con el litio crearon comunidades que se beneficiaron del trabajo genuino, del empleo y de la riqueza genuina. Las empresas colaboran en el desarrollo de las comunidades en un marco de responsabilidad social solidaria. Es importante que la comunidad en Salta comprenda que la minería es una actividad esencial de la sociedad y parte de su esencia histórica.

http://www.iruya.com/content/view/27592/230/

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