martes, 29 de enero de 2008

Fuenteovejuna, en Tinogasta y Fiambalá

Menos conocidas en la Argentina que en el exterior, las riojanas termas de Fiambalá no solo son un destino exótico. En dos oportunidades Luciano Pavarotti cerró el complejo para curar su voz junto a un séquito en el que hasta incluyó a su cocinero personal. A 4 kilómetros de ese lugar de valles, quebradas y puna, se descubrió una colosal mina de uranio. Los habitantes temen que les arruine para siempre las aguas que nacen del corazón de la montaña con temperaturas que alcanzan los 48 grados.Maruca Ferrer y Pedro Saleme, con viñedos orgánicos en la zona, aseguran que no se oponen a la minería pero alzan la voz por la posible contaminación y el riesgo de quedarse sin agua para el riego. "Esta zona es un pulmón del mundo, no se debe rifar", sostienen. A 50 kilómetros se observan las vetas amarillas del uranio, en los cerros que rodean Tinogasta. Cerca de esa ciudad otra explotación a cielo abierto los puso en guardia. El empresario turístico Darío Moreno y la abogada Verónica Saldaño son algunos de los que duermen en campamento en la falda de esas sierras para impedir que se concrete. "Nuestra vida se organiza en torno al turismo, la ganadería y la agricultura", se defienden.Aunque afirman que evalúan proyecto por proyecto, desde la Secretaría de Minería realzan a esta industria en una Argentina que ya exporta minerales por US$ 2.000 millones, bastante más que los US$ 1.500 millones de la carne. Con el oro en el precio más alto en 28 años y cerca de romper la barrera de los US$ 1.000 por onza, se calcula que la Argentina tiene US$ 50.000 millones de reservas en oro y plata. Pero para los pobladores riojanos los beneficios de la minería están a millones de años luz de su realidad. Parecen los personajes de Fuenteovejuna. Ellos también justifican su rebelión. Dicen que las minas están demasiado cerca de sus propias casas.

http://www.clarin.com/diario/2008/01/20/elpais/p-01903.htm

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